Como en todo cuento, esta historia tiene una introducción, un nudo y un desenlace.
La introducción empieza con el Polideportivo agazapado, esperando rugir con la voz de la hinchada. Comienza con las alas Cuervas que llenan las tribunas. Y la Naranja que vuela.
El nudo es cuando Guaros parecía imbatible. El equipo venezolano llegó por encima hasta el último cuarto, donde se imponía por 53-50. Incluso ya había aparecido una gran reacción del Ciclón ya que, cuando bajó el telón de la primera etapa, estaba 10 puntos por debajo. El suspenso dominaba la escena, era un actor condicionante y se traslucía en la cara de la hinchada, que esperaba volver a rugir...
Y de forma épica, llega el descenlace que es un final feliz. San Lorenzo revierte el marcador sobre el final luchando con el corazón cada punto. Y con el acompañamiento de la gente, que alentó desde al alma, sin claudicar. Los libros dirán que la chapa final fue 64-61 y que San Lorenzo se coronó bicampeón de la Liga de las Américas. Dar Tucker fue el MVP y el goleador, aportando 21 puntos, mientras que Vildoza lideró al equipo en asistencias, con 4 y siendo uno de los más destacados acompañando al equipo desde el fondo.
Pero el final aún más feliz, es la gente caminando por las calles de Boedo, yendo a Tierra Santa festejando un título más y, despacito, cantándole el feliz cumpleaños al club. Como un guiño a la nostalgia. Como un abrazo a dos caminos que nunca se separarán: Boedo y San Lorenzo. Porque los cuentos siempre tienen que tener un final feliz.
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