Boedo está de fiesta. El Poli brilla, luces radiantes y azulgranas. Papelitos por todos lados. Deck se revuelca en el parquet, mira al cielo (no se da cuenta que está volando sobre él). Calfani y Safar se funden en un abrazo para siempre. El Penka gambetea abrazos y es que hay costumbres que no se irán nunca. La copa está ahí, flotando en algún brazo o durmiendo sobre una camiseta azulgrana. De la tribuna baja un unánime "dale campeón" de más de 2.500 almas cuervas. La copa está ahí. De Boedo no se irá más. Cuentan que se enamoró. Y que San Lorenzo es el rey de América.
¿Cómo no se iba a enamorar? Si cuando el equipo caía en el primer cuarto, ante un Mogi das Cruzes infalible en el aro, la gente alentó como nunca. "Queremos la Cooopa" rezaba la tribuna. Y el Ciclón, con mucho corazón y sin tanto juego, sorteó la difícil y se fue al descanso con un ajustado 40-38.
Y ahí nacía otra historia: palo y palo. Triple por un lado. Volcada para el otro. Pero San Lorenzo dejó ese plus que tienen los campeones, empujado por el tablón que no paraba de cantar. Así se escapó en el último cuarto por 8 puntos y empezó a defenderse. Dejó la chapa 79-71 y gritó campeón de la Liga de las Américas en Boedo, un hito inolvidable, que quedará grabado en la historia del básquet argentino.
Los papelitos se vuelan con el viento. Los jugadores le dan un beso cada uno. Otros la acarician. Ella, enamorada, duerme en la vitrina del Polideportivo Boedo. De Tierra Santa. Y todo parece estar en su lugar.